Esta entrevista se inscribe en el marco del ciclo “ARTE Y SUSTENTABILIDAD, Interconexiones contemporáneas II”, realizado por PAN + el Centro Cultural Universitario Paco Urondo, perteneciente a la Facultad de Filosofía y Letras (UBA).
*Carolina Flores
CF: Contanos ¿cómo empezaste a trabajar con el arte y la tecnología?
GR: Tuve una infancia como todos los niñxs que les gusta dibujar, pintar, y expresarse plásticamente, no muy motivado por mis padres en particular. Si bien me estimularon, no estaba lo artístico flotando demasiado, sino que era algo que se me daba como un juego. En la escuela que me anotaron tenía computación, y tuvo una donación de Commodore 64 en la década del ‘80, bastante en tiempo real con otras partes del mundo. Comencé a usar un software que se llama Logo, que está diseñado para pedagogía, que tiene como un entorno para programación muy básico. Es como que tuve el momento exacto de la infancia, me fascinaba ese software y también los videojuegos. Estuvo la posibilidad de que me compren una computadora de bastante chico, y a partir de ahí me parecía como el soporte más natural para expresarme. Quizás, ese momento primario y justo yo en esa edad, fue un combo de casualidades que hizo que tome contacto con eso.
CF: ¿Vos en paralelo empezaste a hacer ilustraciones con otros softwares que empezaban a surgir?
GR: Sí, dentro de mi práctica infantil y de adolescencia, siempre utilizaba softwares de dibujo que se encontraban. Después, empecé a estudiar Diseño de imagen y sonido en la UBA. Seriamente como adulto, me acerqué al arte y la tecnología, en una cátedra dentro de la carrera de diseño, fundada por Carlos Trilnick. Había una conjunción donde estaban Gabriel Valansi, Luis Campos, Charly Nijensohn, la influencia de esos personajes, me hicieron meterme de lleno en pensar el diseño audiovisual desde esta rama de expresión artística. De hecho, sigo dando clases en la FADU, en la cátedra de Proyecto Audiovisual que fundó él, y en la cátedra de Fotografía que heredé cuando falleció Carlos hace dos años, donde también estaba como Adjunto. Fue voluntad de él, que quede a cargo de esa cátedra, así que digamos que la verdadera aproximación como más adulta o más de vocación, nace ahí.
CF: ¿Qué posibilidades te permite explorar la tecnología en tu obra?
GR: Creo que tiene que ver con esto que te contaba, de haber sido una herramienta de fascinación desde muy pequeño, y haber visto todo ese progreso. No tanto así, como una decisión “statement”, sino como algo que siento que más me interpelaba. Esa aproximación a lo digital, tiene que ver con sentir que esos medios electrónicos me permitían explotar unas capacidades que no tenía, como si fueran prótesis de ciertos elementos.
CF: En otras entrevistas leí que te consideras un escultor digital. ¿Cómo se establece la conexión corporal con tu obra? ¿Hay algo del aspecto táctil que sobrevive en el ámbito de lo digital?
GR: Dentro de mi formación estuvo Marta Zátonyi, estudié con ella en la facultad y de modo particular. Ella a la escultura siempre le ha dado un valor muy importante, hablaba de la escultura como un volumen en el espacio que requería de un espectador caminante, y ese punto de vista cambiante. Ese aspecto, se mezcló con los experimentos que estaba haciendo de modelado 3D, entendía que en definitiva todo el conocimiento que estaba teniendo de las esculturas a partir de fotos, era una percepción mediada, al no estar adelante del David de Miguel Ángel, La Piedad, o la gran escultura de Rodin. Yo sentía que, a pesar de no tener esa experiencia de movimiento o de estar ahí adelante, se puede percibir el fenómeno de la escultura. Se me ocurrió en algún punto blanquear la idea de escultor, aunque no trabaje con un material, me pareció que era válida. Y que, en algún punto, muchas personas que reflexionan sobre la escultura, no necesitan estar adelante, o tocarlas. De hecho, yo no toque El beso de Rodin, o un montón de esculturas, porque está prohibido lo táctil.
Con respecto a la realidad virtual, vos podés trabajar, en una escala de dos metros por dos metros, por lo tanto, para hacer esos volúmenes y ejecutarlos tenés que mover la mano casi un metro y medio, o achicar toda esa escultura que estás haciendo, y empezar a trabajar esa escultura, con la motricidad de toda la muñeca. Ese tipo de posibilidades, solo existe en la escultura virtual, no hay ningún material que permita escalar en lo real. Llevo menos de cinco años con esta herramienta, y al principio, me lancé a mostrar muy rápidamente mis primeros resultados, y después me di cuenta que era el equivalente a un escultor, que acaba de aprender a usar un cincel y ya está haciendo una exposición con las cosas. Pero sé que ahí hay, un entendimiento de un software, y cómo se comporta, y requiere de una especie de entrenamiento corporal, que necesita años de desarrollo. Otra variable que tiene la escultura en entornos virtuales, es la no gravedad, hay un montón de formas posibles. Y una última variable que tiene la escultura digital, es pensar cómo va a ser percibida finalmente por el público, o por la persona. Una manera, es que la persona se ponga un casco de realidad virtual, y pueda verla en ese espacio, o en realidad aumentada. Una variable que decidí no incursionar es la impresión 3D, para pasar de una escultura inmaterial o algo material. Ahí sí, quizás más por una cuestión más de statement, o de idea caprichosa de decir “mis esculturas se encontrarán siempre mediadas, y nunca manifestadas como objeto”.
CF: Muchas expresiones artísticas digitales actuales trabajan sobre el eje ecológico. En la muestra “Dinámicas de la existencia” del CCK, en la que participaste con otros artistas, predominan las obras de arte tecnológico que abordan el vínculo entre el ser humano y el ambiente. ¿Consideras que la tecnología se ha vuelto una aliada del arte ecológico?
GR: Puede pensarse que el arte y el medio ambiente, están en lucha desde que nacieron. A mí me parece que hay algo en este pensamiento de la sustentabilidad y la ecología que cuando se lo lleva como un umbral de verosímil, de decir, que tecnología estoy utilizando, de donde salen los materiales de las computadoras que uso, etc, uno entra como en un loop, donde la única solución que es válida, y que en un momento de la vida se puede evaluar, es directamente dejar de producir arte. Podría transformarse, en un statement en sí mismo. La inclusión de mi obra en la muestra Dinámicas de la existencia, me pareció que tenía sentido, porque configura esta especie de naturaleza prehumana o posthumana, por fuera de la escala humana, configuraciones que no están tan ligadas a cómo conocemos el mundo nosotres. En algún punto, me parece que mucho de lo que hago tiene que ver con la naturaleza en ese sentido, una especie de no territorio humano, donde las escalas, los movimientos, las gravedades, están en otro carril.
CF: ¿Qué lugar ocupa la naturaleza en tu obra?
GR: El imaginario o el mundo que me sale expresar, no lo veo como alegato o alegoría para reflexionar sobre la sustentabilidad. Ahora, desde mi labor docente, y de investigación, sí es un tema bastante central. A partir de ponerme a investigar mucho más, es imposible no otorgar una mirada desde la sustentabilidad a cualquier proyecto de diseño que venga. Ese vector, no aparece tanto en la reflexión de la obra que hago, pero sí desde la praxis de investigación y de docencia.
Te lo llevo a un escenario, si aparece un proyecto que es reflexionar sobre la ecología armando una instalación, lo llevó a pensar en el consumo eléctrico de esa instalación, los materiales, de donde sale la pantalla, y todo es válido. Aunque en algunos estudiantes, puede parecer que estas como tirándolxs para atrás, o trabajando desde una corrección política, es algo a prestar atención.
CF: En tus obras creas tus propios ecosistemas, mundos y escenarios digitales que invitan a la reflexión (Colonias, Esfera Stapledon, Sobre abominaciones y otras luces). Mencionaste que te gusta trabajar desde la nada, sin referencialidad alguna. ¿Cuál es la intencionalidad detrás de estas creaciones? ¿Hay una especie de cosmogonía o grado cero en tu obra?
GR: Sí, es como la ambición y el juego. Me divierte pensar esta idea del creador, como una especie de Dios, que está configurando forma desde cero. La muestra Sobre abominaciones y en otras luces, estuvo inspirada en las ideas de Prigogine en donde habla que, en alguna tribu específica judía de la cábala, hubieron treinta seis génesis que preceden nuestra génesis, y de allí surgieron treinta y seis intentos previos al universo tal cual lo conocemos. Parte de lo que me inspiraba en un momento, era imaginarme como si fueran postales de esos universos. Esta serie estuvo muy inspirada por esta idea de génesis, y sobre todo de considerar la naturaleza o el medio ambiente, como muy casual y muy característico del planeta tierra. Al final, esta conclusión de los cabalistas se acerca bastante a los cosmólogos, los físicos del espacio, que también consideran que la existencia en el planeta tierra, es una casualidad tan grande dentro de un montón de variables, y que tampoco tendría mucha importancia pensar en el balance entre el efecto invernadero, y que se descongelen los polos, porque su pensamiento está puesto en un escenario tan grande, que la duración de la tierra, y la insignificancia, llevaría como a eso. En algún punto, a mí me interesa también como artista jugar a ese rol, como estar en la visión de un Dios, o de un Stephen Hawking pensando, no dándole tanta importancia al cuerpo.
CF: ¿Qué papel juega el espectador en tu obra?
GR: Sabes me re cuesta pensar eso, sobre todo ahora, que estoy como ya alejado de esa expectativa de hacer obra, para que luego se muestre en instituciones, como galerías o museos, que era el camino que me parecía como más natural. Ahora, estoy produciendo y mostrando en tiempo real, en plataformas de NFT de criptoarte. Me pasó que, durante un tiempo estas o preparando una muestra, con toda la expectativa puesto en eso, stalkiando un montón de procesos y perfeccionándolos. Y después, sale la oportunidad de mostrarlo, gastas un montón de plata para mostrar eso, o participa de un premio, y la verdad que esa manera de producir hacía que, en paralelo, el trabajo de la docencia o el trabajo freelance, empiece a ocupar mucho más territorio. Con esto del criptoarte, empezaron unos ex estudiantes de la UBA, casi en tiempo en real a producir, y armaron un colectivo que se llama Cryptoarg. Lo que produce, es algo muy diferente a esa idea de acumular un corpus de obra, ponerla en relación, y luego mostrar. Es fundamental pensar, que alguien que tiene veintidós años puede producir arte, obra audiovisual si querés minimizarlo, y la están vendiendo y mostrando dentro de un circuito que es más amplio que el circuito de lo que sería el consumo de arte en Buenos Aires. Hay distintas calidades y cualidades, que puede observar alguien que quizás viene de afuera, o que es de otra generación, pero que genera un dinamismo como muy genial. Pensando en el espectador de mi obra en este año, son personas que no sé quiénes son, sin son chinos, adolescentes de catorce años, personas que en instagram ven mis cosas, o incluso ex alumnos míos que me compraron obra. Lo cual es para mí, super conmovedor y raro a la vez, y pensás ¡no me compres a mí!, porque para ellos es plata que a la vez está ganada de este ecosistema, y ellos eligen darle ese valor, para mí es hasta vergonzoso. Al público de institución, de sala, es como que lo corrí un poco de mi foco.
CF: Varias de tus obras, (Grund, Sobre Abominaciones y otras Luces, Anamorphoss 1.1) nos hicieron recordar el concepto de hiperobjeto que trabaja el filósofo contemporáneo Timothy Morton, para aquellas cosas que quedan por fuera del tacto y son distribuidas masivamente en tiempo y espacio, es decir, que manejan una escala sumamente mayor a la del ser humano. ¿Te interesa trascender los límites de la realidad y la virtualidad?
GR: Grund es una serie que trabajaba con imágenes que parecen satelitales, Anamorphoss, fue una colaboración con Diego Alberti, que expusimos en el Centro Cultural San Martín en el 2012, donde un software hacía que pudieras censar y generar volúmenes moviendo el cuerpo, eso fue antes de tener el casco de realidad virtual. Con Diego se nos ocurrió, que más que mostrarlo como un software que modelas, terminas, y luego tenés el modelo 3D, hicimos que quede funcionando y que la pieza una vez modelada, empiece a desvanecerse y continúe. Es una especie de escultura, que contenía la propia destrucción o transformación permanente. Esa pérdida de todo lo que se esculpió durante ese mes, con las personas que participaron, me parecía también análoga con todo lo digital que ya se está viendo, donde nivel conservación, empiezan a haber instituciones que están guardando hardware y software real, para poder recuperar obras de arte tecnológicas, que por momentos parecía que ya habían quedado desaparecidas. Me parece que hay algo en lo digital, que tiene esa fragilidad o esa inmaterialidad, que por momentos parece fácilmente vuelta eterna, porque se piensa que siempre va a haber una capacidad del ser humano de recuperar estos artefactos digitales, y que tampoco es muy distinta a la fotografía. La primera fotografía que se tomó de Niépce, está en un museo debajo de ocho vidrios, y más o menos se ve, pero hay que ponerle una voluntad, pero todo lo que es fotografía en papel va a tender a desaparecer. Me parece que hay algo en el arte tecnológico y virtual, que en su inmaterialidad nos recuerda que no hay mucha diferencia entre estos soportes. En ese sentido, para mí no hay mucha diferencia entre una obra digital proyectada, que un cuadro de Velázquez hiper restaurado, visto con unas luces halógenas en un piso. Ese artefacto es ya es tan diferente de lo que pintó Velázquez, como una proyección digital, hasta incluso, las condiciones en las que lo va a ver el espectador. Me fascino mucho esta idea, de estar delante de grandes obras las pocas veces que pude viajar, y obras que conocía mediadas, verlas ahí. O al revés, a veces obras que te parecían más intrascendentes, cuando viste el Van Gogh ahí quizás sí te pasa algo. Y sentir que mi propio tiempo ahí, con ganas de tomar un café, o con las piernas cansadas de caminar, también hace que el consumo de arte esté mediado por el propio cuerpo. Y a lo mejor, no sé, a las cinco de la mañana un día en Wikipedia, veas ahí un cuadro de Velázquez y te provoca esa emoción estética, ese goce, sin necesidad de haber estado ahí adelante.
CF: ¿Qué es para vos el arte?
GR: Una de las respuestas que más me gusta o elaboré, es que lo veo como si fuera un síntoma. Algo que es una especie de herida, o enfermedad cultural humana, que a veces se manifiesta, o a veces se autoinflige. En realidad, las cosas que me resultan más emparentadas con el arte, no son necesariamente producidas por artistas o profesionales, a veces cierto gesto, o una manera de acomodar la fruta en un supermercado, si uno tiene ese estado de predisposición, ve cierto síntoma ahí de la sociedad y puede hasta emocionarse. Me pasa también, que las expresiones artísticas que más me gustan, o que más me trascienden son de personas que tengo cerca, estudiantes, amiguxs, o colegas. Me parece que, visto desde esa manera, también le quita esa cuestión más institucional, de que el arte debe educar o debe transformar. Hacer pintar vacas de colores para rifar y con eso conseguir plata, eso me parece como lo que menos arte es, que es también un síntoma particular y son acciones culturales, pero como más alejadas.
CF: ¿Cómo conviven tu faceta de artista, docente, diseñador e investigador?
GR: Me cuesta esto de ser multifacético, porque me gustaría hablarte del artista, medio parecido a esto que te estoy diciendo, pero la docencia me interesa muchísimo también. Como docente, se me cruzan ideas que tienen que ver con el arte, o con la investigación, que no es en el mismo momento que estás generando transferencia con lxs estudiantes. El diseño y la docencia para mí, son categorías que se llevan muy bien, de hecho, estuve tratando de asistir mucho en esta situación de pandemia a pensar las clases digitales, fomentar una red social para que los estudiantes no perciban que estamos ya en dos años de situación de emergencia, sino que las clases mantengan cierto estado diseñado. Como investigador, empecé con Carlos Trilnick, y armamos una plataforma que se llama Proyecto Idis, también con Mariano Ramis, que es el director actual. Es un proyecto de investigación, pero que tiene mucho de ese carácter más artístico. Pero sí, creo que coexisten bastante mal, sobre todo hay una tensión siempre entre el artista y el diseñador, y también con la docencia. Pero bueno, a un artista no se le pide que interprete bien las disciplinas, sino que las malinterprete, y si eso le sirve de combustible para crear, mejor. Yo no tuve mucha formación artística en sí, pero percibo que en la formación artística, hay mucho énfasis en generar un discurso, un statement. En paralelo a que estás creando, estás siendo un historiador de arte que analiza lo que estás creando. Me parece que ese estado de autoconsciencia y autoexplicación hacia los demás y hacia vos mismo, no sé si es tan fértil. Así que respondiendo a tu pregunta, cómo conviven, mal.
CF: Nos podés contar ¿cómo surgió tu proyecto educativo de la Urniversidad?
GR: El proyecto se llama UR, y Urniversidad quedó como la manera que encontré de registrar ese dominio. También fue una génesis rara, porque tuvo que ver con mucha frustración. En la FADU me presentaba a concursos, y apareció esta idea mía de progresar y de tener una cátedra propia, a pesar de estar cómodo en las cátedras que trabajo. Participé de las instancias, y perdí en los dos concursos. Y entre estas situaciones que, por burocracia, o por favoritismos, o situaciones que no terminan de tener que ver con una devolución de que perdí, tomé el recuerdo de Marta Zátonyi. El Instituto Ethos era en su casa, me parecía un espacio genial de transferencia. Con la pandemia lo tuve que retrasar unos meses, empecé a armar estos cursos a partir de youtube, y a través de la plataforma web. Empecé a dar los contenidos, que en principio pensaba dar en esas materias que perdí, pero metidos con la impunidad total de compartir lo que realmente quiero y me interesa. Ahí se mezclan cuestiones que tienen que ver con lo artístico, la investigación, el capricho, y todo termina siendo como un compartir, las personas acceden a ese conocimiento gratis. Me parecía fundamental, porque quería competir contra la UBA, entonces tenía que ser también mi universidad pública, gratuita, y ad honorem total. Hasta incluso pensaba pagarles a las personas que vayan a las clases, todavía eso no lo pude hacer. Lo que también se empezó a generar, es que tampoco es un proyecto tan individual, le empecé a pedir recomendaciones de ciertos temas a colegas, a gente que quizás no conozco, les hacía preguntas por whatsapp. Muchas de las clases están tejidas a partir de estos testimonios, o informaciones, algunas son más corales que otras. Se acercan más a la experiencia de un youtuber, que quizás a una experiencia de clase teórica.
CF: ¿Cómo ves al arte digital en la escena contemporánea argentina? ¿Hubo en el último tiempo conquistas importantes?
GR: Como conquistas, si es que hubiera bandos, es que ahora todo el arte es digital, incluso el arte que no nació digital. Si hoy en día, querés gozar de cualquier obra de arte, lo vas a hacer mediado por pantallas. Todos los museos, las instituciones, las galerías del mundo, están transmitiendo esa experiencia de manera digital. Y cuando termine la pandemia, de todas maneras, aparece lo digital como la mejor manera de conservar ese acervo. Creo que le va a pasar a las personas, medio de mi generación que eran nativos digitales o no nativos digitales, que toda obra va a estar mediada por lo digital. En cuanto a escenas, me parece que la cuestión económica, que es como este resorte que permitiría que una persona de veintitrés años no esté preocupada por conseguir un trabajo, ser empleada, sino poder vivir de lo produce bastante en tiempo real, va a ser un cambio total. De hecho, en diseño, personas que trabajaban con motion graphics, o diseño 3D, que tenían ciertas habilidades y generalmente terminaban trabajando en publicidad, o haciendo videoclips, se volcaron a producir piezas personales puestas en este criptomundo. Si bien todavía es pequeño, me parece que va a ser una transformación bastante increíble.
CF: ¿Consideras que es pertinente seguir hablando del arte tecnológico bajo la consigna de “nuevas tecnologías”?
G: Yo le esquivo un montón a esa terminología, me parece algo viejo hablar de nuevas tecnologías. De hecho, si ves Proyecto Idis, parte también medio de la gracia, o de la energía que tiene, es describir que cualquier tecnología que parezca nueva o contemporánea, tiene antecedentes gigantescos. Cuando se habla de nuevas tecnologías, para referirse a cualquier cosa nueva, se está poniendo en evidencia el campo de ignorancia de manera explícita de quien lo manifiesta, diciendo que algo es nuevo. Decir que arte y computación es algo nuevo, mientras hay experiencias que se vienen haciendo desde los años ´50 en esa área. Ese carácter de novedad, tiene que ver hasta donde lo pones, pero es medio parecido a lo que pasó con el arte moderno. Hoy hablar de arte moderno, es hablar de lo que sería antes del arte contemporáneo, que ya también es una categoría. Cuando escucho nuevas tecnologías, pienso en cierto periodo de los ´90, en donde se empezó a pensar en esos términos.
CF: ¿Consideras que es más apropiado llamarlo arte tecnológico o arte digital? ¿Qué diferencia existe al considerarlo de una manera u otra?
GR: Para mí decir arte tecnológico, es también medio decir dos veces lo mismo, porque tecnología, téchne, arte, es darle una vuelta rara. Me parece que digital es mejor, hablar de arte nativo digital, o un arte creado para pantallas. Tiene más un problema desde lo académico y la universidad, que le damos mil vueltas, y está bien.
CF: ¿La coyuntura de la pandemia visibilizó otras formas de pensar la expectación de las obras?
GR: Sí. De hecho, hace poco, cuando volvió a reabrir el Museo de Bellas Artes durante esta pandemia, sentí esa restricción después de tantos meses de no pisar un museo, me dio esa sensación de hacerlo como por primera vez. A nivel consumo en pantallas, le está cayendo a la humanidad esta idea, no solamente de lo que tiene que ver con el esparcimiento, la vinculación laboral, que la máquina suplía en eso, sino también, desde el contacto con la familia, con las amistades, o el romance, y hasta el goce artístico pasa también ahí por las pantallas. Me parece que hubo una especie de aceleración hacia un lugar, y me da la sensación de que va a quedar como trauma positivo esta idea. Creo que hubo movimientos que fueron re positivos para la cultura.
CF: ¿Cuál crees que es el camino del arte digital para habitar el mundo? ¿Te animás a realizar alguna predicción?
GR: Me da la sensación de que no hay ya que contar el mundo, ni volver a algo previo. Lo que me gustaría a mí, es esto de pensar futuros posibles, trabajar la anticipación, la ciencia ficción. Me parece que es un momento donde las expresiones más válidas del arte digital, o de la cultura, o las novelas, deberían narrar estas cosas, empezar a pensar o imaginar este mundo, muy por delante del escenario en el que estamos. Y dejarle el problema de la reflexión coyuntural a los políticos, y a los actores que tienen que estar en eso. Que el arte esté pensando a 200 años, despreocuparse, padecer, empatizar, pero producir ese imaginario. Traer palabras nuevas al mundo, generar metáforas nuevas, traer imágenes e imaginarios. A mí en particular, todas esas expresiones artísticas que están reproduciendo el mundo, o recontextualizándome, no me están alcanzando. Y me parece que lo más valioso que puede hacer un artista, y sobre todo lxs artistas jóvenes, y por eso también empatizo mucho con ellxs. Todos estos pensamientos, conscientemente o no, me parece que se están encarnando o manifestando en nuevas generaciones, que están partiendo de los imaginarios de los videojuegos, de los avatares.
CF: ¿En qué proyectos te encontrás trabajando actualmente?
G: Ahora estoy como procesando lo que significa esto de producir arte para vender por Ethereum, y exhibir. Lo cual es algo como muy nuevo, porque permite esta idea de que producís una pieza, y esa pieza se vende o no se vende, pero seguís produciendo, ya no en base a series, exposiciones o muestras, sino casi como en tiempo real. Ese proyecto, o esa manera la estoy como redescubriendo, y me motiva mucho. Después estoy trabajando en la Automaestría de UR, y estoy tratando de ver cómo en algún punto, puede colapsar en alguna especie de proyecto estas tres cosas: lo de Idis, la docencia personal en esto de UR, y toda la pulsión de estos artistas. A muchxs conozco, a algunos lxs conozco por su seudónimo, no sé si ellos me conocen a mí, o fueron o no estudiantes. Me gustaría pensar en algún momento, cuando se pueda, la posibilidad de encuentros físicos, y generar alguna especie de colectividad y aporte que podamos hacer con eso.
FIN
*Carolina Flores es Diseñadora de imagen y sonido por la Universidad de Buenos Aires. Estudiante avanzada de la Licenciatura y Profesorado en Artes en la Universidad de Buenos Aires. Integrante del grupo de investigación Filocyt: “Problemáticas epistemológicas, metodológicas y de producción de conocimientos en las prácticas artísticas e investigativas contemporáneas en Argentina”, en la Facultad de Filosofía y Letras. Participa del grupo de investigación M.E.D.E.A (Multimediales, digitales y electrónicas, exploratorio artístico) de la Universidad Nacional de las Artes.
Instagram: @carofloresph