Continuamos con nuestro ciclo “ARTE Y SUSTENTABILIDAD, Interconexiones contemporáneas”, realizado por PAN + el Centro Cultural Universitario Paco Urondo + Centro Universitario Tilcara, Jujuy, ambos pertenecientes a la Facultad de Filosofía y Letras (UBA).
Presentamos entonces esta entrevista a DINA STASTA, artista visual con formación en Ciencias Ambientales, comunicadora, poeta e investigadora.
Cuando la aclamada Alma Siedhoff-Buscher diseñó el Bauspiel en 1923, probablemente ignoraba que estaba creando uno de los juguetes más importantes del siglo XX, un ícono de su era y de la utopía del diseño imperante en los talleres de madera de la Bauhaus. Este juego de bloques, que revistió uno de los primeros éxitos comerciales de la Escuela y continúa teniendo un mercado hasta hoy, impuso preguntas como: ¿Qué es un niño? ¿Cómo ve el mundo un niño? ¿Cómo transforma un niño la realidad?. Todas preguntas que indagan sobre la naturaleza misma del hombre1. Fue un hito, la creación de un juguete infinito.
Conocí la obra de Dina Stasta cubriendo la exposición Drap Art en el Centro Cultural Recoleta en el 2017. Drap Art en ese entonces agrupaba manifestaciones sustentables en una exposición anual colectiva en la que la innovación técnica manual era el denominador común a los desafíos de cada creador porque el ancla era el reciclaje. Lo que vi en los juguetes de Stasta se aúna con el Bauspiel de Siedhoff- Buscher porque son objetos que incitan, enaltecen y refuerzan la capacidad de organizar nuevas realidades a partir de ciertos límites.
Con el tiempo supe que Stasta es una artista y ambientóloga nacida en la capital Uruguaya en donde tuvo acceso al mundo rural, luego criada en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Fue premiada en la última década debido a su labor como mujer emprendedora por Clarín en el 2014 e innovación organizacional por la Cámara de Comercio Argentino- Británica en 2015. Hace poco tiempo habita una casa en el Tigre que constituye una de sus plataformas para la vinculación del arte, la ciencia y la naturaleza, vinculación que es su foco principal de interés. Lo cierto es que hasta hoy, Stasta es mucho más reconocida en el ambiente de la sustentabilidad que en el del Arte. Desde la casa de Tigre nos responde a una serie de preguntas:
Matilde Llambí Campbell: Hola Dina, muchas gracias por toda la información previa a esta entrevista que nos brindaste. ¿Cómo describirías tu labor en términos prácticos y, con tu don para la palabra, en términos poéticos?
Dina Stasta: Soy una exploradora básicamente y una persona muy poco ortodoxa. Hago todo de un modo muy orgánico e intuitivo. En muchos sentidos, más allá de la formación académica, soy autodidacta. A nivel carrera, pertenecí y pertenezco a Filo porque estudié unos años de la carrera de Artes antes de irme a Ciencias Ambientales y siempre por un motivo u otro me convoca. Estuve en cauces académicos, con los que siempre mantengo un intercambio, pero nunca fue mi norte terminar una carrera porque esos circuitos nunca representaron la totalidad de mis intereses. Soy una artista, es la mejor definición para mi; es la definición posible.
En términos poéticos o intuitivos, podría decirte:
Mi arte es contextual y explora la fragilidad irrompible de un hilo invisible que todo lo hilvana, y juega a desvelar ese pulso casi inaudible que habita en las huellas flotantes del humedal. Relatos en tono poético de la cotidianidad isleña, salpicados de transiciones, rituales y alquimias regenerativas en primera persona.
MLC: Hablanos de tu proyecto más reciente: la Casa en el Tigre.
DS: El proyecto que estoy realizando en el Delta originalmente tenía otro formato.
La idea era que la casa flotante funcionara como una especie de laboratorio presencial donde cruzar a artistas, diseñadores, académicos, gente con saberes muy locales y gente que trabaja con energías sustentables y renovables. Una transición y una reflexión sobre el modo de vida que se viene y al que nosotros le llamamos “cultura regenerativa” o “cultura sustentable”, que tiene que ver con entender y aprehender los recursos y los ciclos naturales. Es el próximo cambio, es inevitable y reviste una gran migración de la ciudad al campo o a los espacios naturales.
El laboratorio proponía reflexionar sobre toda esta transición teniéndome a mi por sujeto experimental, compartiendo. La pandemia lo transformó en sentido de que no tenemos posibilidad de lo presencial, entonces empecé a utilizar el celular para hacer pequeños relatos autónomos audiovisuales. Yo vengo desde hace años con un proyecto que propone utilizar el celular como herramienta total de auto- gestión que se llama VO, y esta fue una forma de seguir accionando con esas ideas.
MLC: ¿Cómo surge y qué características tiene tu producción de juguetes ecológicos?
DS: Los juguetes revistieron un acercamiento vivencial y reflexivo con nuestra propia naturaleza a través de un viaje lúdico sobre el origen y destino de ciertos materiales que consumimos y descartamos. Surgieron cuando empecé la carrera de Ciencias Ambientales en FAUBA (Facultad de agronomía, UBA), que recién arrancaba, y en la que fuimos primera camada. Empecé con una producción de objetos reutilizando materiales y abordando el consumo en su diversidad múltiple. Hacer juguetes me gustó siempre porque me parece que el juego es la forma más auténtica y original de aprendizaje. Nosotros aprendemos jugando siempre. Lo que aprendemos de modo formal y rígido nos condiciona limitando nuestra respuesta creativa. Por eso siempre me pareció fundamental que el aprendizaje sea un promotor absoluto de la creatividad. Para mi es “la” bio-herramienta que tenemos para encontrar las mejores soluciones y en este momento es crucial. Hay estudios que demuestran que un niño tiene, ante un desafío, una respuesta absolutamente creativa, original y multi- dimensional mientras que ese niño cuando se va educando formalmente va perdiendo eso; todas sus respuestas se vuelven mucho más predecibles. Esa era una inquietud muy grande porque yo tengo síndrome de Asperger. Nunca lo menciono, pero se trata de que nací con una neurodiversidad. Mi gran desafío fue no perder nada de esa originalidad, protegerla y lograr comunicarme. Se dicen muchas cosas sobre los que compartimos este síndrome pero la realidad es que cada caso es distinto. Tenemos otra manera distinta de procesar la información y la emocionalidad y sería un despropósito tratar de modificar eso. Todos tenemos cosas para compartir, enseñar y aprender.
Los ecojuguetes son como una excusa para abordar un montón de temas porque lo ambiental es transversal a todo: cómo se elabora y manufactura, de qué forma y cómo algo descartable se puedo volver una materia prima que entra en juego con otros elementos para transformarse en algo nuevo, representativo, deseable. En la infancia es donde todo se está conformando: la identidad, la relación con el otro, con los espacios, los lugares, etc. , lo regenerativo descansa mucho en esta capacidad de elaboración distinta de la realidad que van a traer las nuevas generaciones.
Es tratar de entender todo de otro modo. Yo tengo muchos años trabajando como educadora ambiental y todo ha ocurrido desde el Arte. Todas las pedagogías y los materiales didácticos vienen siendo atravesados por lo creativo de una manera total. La idea de mis talleres siempre estuvo orientada a lo intergeneracional para llegar a los papás que son los más limitados por su sistema de creencias y para quienes armar juguetes con bidones y tapitas puede iluminar una serie de cuestiones. En su momento consideré que trabajar con niños era la forma de entrar al ambiente familiar; a trabajar con el vínculo intergeneracional para atraer la mirada sobre las problemáticas ambientales. Hace muchísimos años que trabajo con esto, desde antes de que se pusiera de moda. Ojalá el boom hubiera estallado antes pero las cosas tienen sus propios tiempos y ahora estamos viendo los resultados de este trabajo de hormiga que empezó hace más de 15 años.
MLC: ¿Cómo definirías “cultura regenerativa” , para el que no sabe nada?
DS: Es exactamente lo que significa la frase. Es literal y se trata de volcarnos a una cultura que promueva prácticas y hábitos regeneradores de lo que se ha roto: nuestra armonía con los ciclos naturales.
Vamos por un camino de vida que nos alejó de la naturaleza y la mercantilizó como un espacio infinito de recursos que no hay que cuidar ni respetar. Hay que hablar de las eco- regiones, de la flora, de la fauna, de los problemas socio- ambientales, la alimentación (física y espiritual), el consumo y su vinculación con los momentos para cada cosa. Se trata de reformularnos y revisar qué nos hace bien y qué no. Las bases están en algunas disciplinas como la permacultura, que se opone a la depredación con una propuesta que acompaña los ciclos naturales. Otra definición importante es la de sustentabilidad porque significa: socialmente justo, ambientalmente responsable y económicamente viable, pero para todos. La cultura regenerativa va hacia eso.
MLC: Hace poco una colega me mencionó a partir de un texto la complejidad que apareja el concepto de “paisaje”, en oposición al concepto de “medio” que nos incluye, apela y vuelve parte responsable. Me pareció interesante. ¿Te parecen términos que se pueden reemplazar uno por el otro?
DS: Yo creo que paisaje y medio no se pueden sustituir uno por otro porque tampoco están en oposición. Creo que son términos complementarios porque el paisaje vendría a ser lo representativo, está asociado a algo visual y a alguien que observa. Igual depende desde qué enfoque, porque desde el paisajista es como una postal o un mapeo visual sobre la composición de un determinado medio que te dice mucho también. Si vos lo lees desde un enfoque ecológico el paisaje es una foto temporal que se puede comparar evolutivamente con otra foto de un mismo espacio y que nunca es igual.
El estudio del paisaje te puede decir muchísimas cosas sobre las dinámicas de los ecosistemas en relación a las cuestiones socio- ambientales: los usos y las intervenciones antrópicas.
El medio generalmente está más asociado a una complejidad ecosistémica que involucra dinámicas. Es un análisis espacio- temporal que incluye las interdependencias entre los seres y elementos que componen ese medio, incluyéndonos. Cuando se habla de ambiente, porque ahora se habla más de “ambiente” que de “medio”, se alude a algo que nos contiene y es la mirada integrativa que debemos entender, es a donde apuntar porque ya no podemos pensar que estamos separados del medio físico y biológico. Somos parte interdependiente y ese es un gran salto de conciencia que aun nos falta.
Una vez que lo comprendamos, la cultura regenerativa es un hecho. Somos parte, ni más ni menos. Es pasar de una mirada antropocéntrica a una mirada ecocéntrica, donde todo tiene una horizontalidad. Y además ya no podemos objetivar más “la naturaleza” sino referirnos a “nuestra naturaleza” porque somos naturaleza.
MLC: ¿Cómo notás el estado de la cuestión en contexto con respecto a años atrás? ¿Hay más divulgación o hay un mayor interés real?
DS: divulgación hay muchísima. Creo que información es lo que sobra. Y de hecho hay mucho refrito que a veces está bueno y a veces no porque hay datos que se replican sin ojo crítico ni profundidad de análisis. A veces se copia y pega y va viajando la información en cosas que terminan en un teléfono descompuesto. Pero lo que se busca es ir bajando todo ese conocimiento que era distante y académico a algo más simple de contar y que tiene que ver con el funcionamiento ecosistémico, con cómo cada cosa que hacemos, vuelve. Este tema del lenguaje es clave porque el método científico por lo general solo ve lo que está buscando, y eso cierra a un esquema parcial que muchas veces obedece a intereses, dejando de lado muchos datos que no convienen. Las investigaciones involucran contratos de confidencialidad que establecen de antemano que hay información que se va a excluir. A mi me interesa contra-arrestar esto rescatando saberes locales y ancestrales basados en la vivencia. En investigación sería lo que es investigación- acción, que incluye lo no- convencional y lo marginal. Las ciencias ambientales en este momento buscan lo contrario de compartimentarse y especializarse luego de años yendo en esa dirección, porque nos dimos cuenta por ejemplo de que las ciencias sociales y las biológicas estaban aisladas la una de la otra, sin compartir un lenguaje. Yo siempre tuve una inquietud creativa tremenda y me di cuenta desde muy chica que era necesario unir los lenguajes porque sentía una gran frustración ante la imposibilidad de avanzar en un diálogo real.
Y en este contexto el Arte me parece un lenguaje fundamental porque es capaz de unir cualquier diferencia y de poner en juego todo tipo de expresiones con libertad. El Arte cuestiona y es un gran acelerador de partículas que crea y une lenguajes.
Es muy complejo pero yo creo que básicamente integra lo desintegrado. Y esa es la forma de comunicar el tema: integrando.
MLC: Las residencias a veces te aportan herramientas que antes no tenías. ¿Cómo fue tu experiencia como artista en residencia en el Servicio Social de Comercio del Estado de San Pablo (SESC) en el 2017?
DS: Brasil fue una experiencia súper linda. Fuimos desde el colectivo La Paternal Espacio Proyecto de Buenos Aires y trabajamos con el Coletivo Coletores de allá. El trabajo con las periferias latinoamericanas, que era el programa del SESC, nos tuvo un mes colaborando intensamente todos los días con el grupo del este de San Pablo; habían unos chicos con un proyecto interesantísimo de arte y tecnología para las favelas y nosotros agregamos la mirada ambiental. Fue una fusión muy interesante porque se dio en un espacio natural además, uno de los lugares que tiene el SESC que está adentro de una reserva. La propuesta fue hacer una instalación en un espacio verde, el “mato”, con objetos reciclados. Aprendimos mucho de su situación y su realidad socio- política en un momento clave en el que estaba cambiando todo en Brasil; ellos habían accedido a la educación a través de las bolsas de estudio de Lula y eran primeras generaciones de docentes universitarios de Arte en sus familias. Debatimos sobre las miradas territoriales y la apropiación de territorios naturales, la ligazón de las poblaciones con los ciclos de la naturaleza y su co- dependencia, todas aristas que se fueron perdiendo con el tiempo, porque estas favelas son co- lindantes con el mato pero ignoran cualquier potencial.
La mirada de la conservación también es antigua para aplicarla porque plantea separar al ser humano y excluirlo, inhabilitando todo aprovechamiento. Pero eran espacios ancestrales de pertenencia estos territorios naturales. En general fue una experiencia muy enriquecedora plagada de ejercicios lúdicos que tuvimos que hacer para comunicarnos, porque al principio parecíamos tener miradas radicalmente opuestas. Fue un trabajo como de tejido social y derivó en esta instalación muy bella en Itaquera.
MLC: La idea de trabajar “con lo que hay a mano” indefectiblemente se alínea con una idea regionalista. ¿Qué tan puristas podemos ser en el siglo XXI? En tu largo camino y ahora que lo estás viviendo en carne propia en el Delta: ¿Encontraste encrucijadas que te hicieran pensar que hay cosas que no se pueden sortear fácilmente? ¿Qué hace falta?
DS: Lo regional y lo local siempre van a estar y la magia es integrar todos esos saberes que se generan específicamente para un lugar, y que responden a los desafíos de ese lugar; cómo se pueden ir articulando con otros lugares e ir generando un tejido de saberes nuevos. Eso es lo que me parece fabuloso y es un poco lo que te contaba que me dio la residencia.
Pero esto es un punto de partida para hacerte reflexionar sobre esta idea de que sin ciertas cosas no podemos hacer otras, porque no es así. Hacer con lo que hay es para motivar, no es para siempre. Tiene que ver con arrancar, con la posibilidad de ir haciendo ciertos cambios en el sistema de creencias. Hay mucha maneras de crear y de llegar a un lugar común, por diferentes caminos y con diferentes posibilidades. Se trata de desterrar esta idea de que sin ciertas cosas no se puede.
Hay que empezar con lo que hay a mano y después vemos cómo seguimos porque ejercitando esto te das cuenta de que tenés capacidades que no sabías que tenías.
Lo local y lo regional tienen una relevancia porque todo lo que hacemos está relacionado con nuestro entorno y responde a ciertas necesidades en una situación dada con ciertos recursos. Cada espacio tiene problemáticas distintas pero las soluciones se pueden replicar o adaptar. Sobre todo ahora que estamos todos conectados con la tecnología. Aunque este contexto agrava problemáticas endémicas y una es la conectividad y es nuestra preocupación de debate más reciente. Por un lado no es lo mismo tener un celular de alta gama que uno de baja calidad. Con un mal equipo directamente es imposible compartir material y documentos porque se saturan si intentás enviar material grabado. Pero además de esto: ¿Cómo se instala este nuevo espacio público virtual en poblaciones que no tienen conexión, es decir, ni siquiera acceso? Hay cosas que son mucho más complicadas que otras en el mundo rural. Cuesta más conseguir tanto conectividad como cualquier otro elemento. Hay más demoras. Nada es inmediato como en la ciudad y tenés que aprender a contemplar eso, además del transporte, el viaje, la marea que sube y que baja, los tiempos de las personas que viven acá y que tienen otros ritmos, en fin. Son muchas cosas. Con Vida líquida Lab, que es el proyecto de la casa del Delta, tengo que dedicarle muchísimo tiempo y trabajo a definir cómo y con qué vivo. El tema del agua potable en el Delta es un gran problema y estando acá ya me volví una especialista. Al final todo esto es maravilloso pero te hace bajar mucho de la burbuja de un sistema que para poder sostener esa rapidez del “todo ya, comprar y tirar” hace desastres en la naturaleza, o sea, en nosotros mismos. Te hace desear una matriz más armónica y sostenible porque te das cuenta de que no es imposible.
Con respecto a lo que hace falta, hace falta descentralizar la mirada, porque todo parece hecho para regular y reglamentar la urbe, que es un reduccionismo inarmónico de la vida.
Hay que ampliar e incorporar conocimiento desde lo local, ancestral y natural para integrar. El gran desafío es ese, integrar las diversidades y facilitar el acceso a quienes no están en la urbe a través de conectividad y redes de distribución. Hay que cambiar también lo que entendemos por conocer un lugar, porque conocer de verdad es respetar los tiempos que son el sostén de la vida en ese lugar. La mirada de visita idealizada desconoce los sustentos vitales. La biodiversidad permite todo, hay que respetar la diversidad, pero en serio. Eso hace falta.
MLC: ¿Qué 3 acciones puntuales cotidianas podés recomendarles a aquellas personas que tienen una inquietud por el cambio climático pero a quienes la vida no les dio oportunidad de vincularse con la temática?
DS:Te comento que para mi esta pregunta encuadra dentro de algo que yo denomino una “espiritualidad práctica”. Para mi es necesario modificar nuestro sistema de creencias para conectar con otras dimensiones, esto implica un replanteo por un lado, y una revalorización por otro. Hay un paradigma que no va más y que está sostenido en un sistema de creencias obsoleto que hay que revisar. Para mi la espiritualidad es algo cotidiano, no refugiado en los templos o en las religiones.
Un ratito de meditación, hacer algo con la basura y cambiar la alimentación serían las acciones básicas. Por alimentación me refiero a encontrar un nodo de alimentos agroecológicos, que no son más caros que en el súper, porque promueven otro engranaje productivo y revisten toda una idea alternativa de envasado que impacta directamente en la disminución de residuos. Una más es tener algún tipo de huerta, en el balcón o donde sea, porque atestiguar los ciclos de la naturaleza abre todo un portal. Todo tiene que ver con conectar de otro modo.
1 Andrea Mecacci. Antologia del giocattolo. Il Bauspiel di Alma Siedhoff- Buscher. Aisthesis. Pratiche, linguaggi e saperi dell’estetico. Firenze University Press, 2020.