Creados a fines del siglo XVIII como templos guardianes de nuestro pasado, los museos e instituciones del arte se están adaptando rápidamente a los movimientos sociales y culturales del nuevo siglo. Ante la creciente falta de público y la apatía hacia una contemplación pasiva, éstos están incorporando cada vez más actividades interactivas y extra artísticas en sus programas.
Así por ejemplo, algunos días al año, el Museo Malba invita a los lectores, sín límite de edad, a leer y desconectarse de la tecnología en distintos espacios de su edificio. El evento propone diferentes alternativas para que los participantes se sientan cómodos y modifiquen el espacio a partir de sus prácticas lectoras.
La idea detrás de estas “fiestas de lectura”, ya en su séptima edición, es incentivar la creación de espacios que ayuden a establecer un balance más sano entre el mundo tecnológico y el mundo real.
Resulta evidente que el público del museo ya no se contenta con sólo mirar lo que está colgado, por lo contrario busca vivir en su visita una experiencia diferente.
Pionero en la creación de nuevas experiencias con el público, el Museo Metropolitano de Nueva York convocó, durante los primeros meses del 2017, a Monica Bill Barnes & Cia y a la escritora e ilustradora Maira Kalman para la creación de un tour interactivo que le permitiese al visitante recorrer las galerías del museo bailando y saltando. Antes de comenzar con el Museum WorkOut se les sugería a los participantes que no hagan ningún esfuerzo por entender lo que veían, el objetivo del ejercicio era tomar las salas del museo como un gran escenario donde interactuar de forma desprejuiciada con lo que los rodeaba.
Pero esta creciente aparición de interacciones alternativas significa para muchos el fin del museo tal como lo conocemos. Ven como pierde su rol tradicional como lugar de contemplación pasiva y su sacralidad como templo de resguardo de nuestra historia.
Aún así, no me puedo dejar de preguntar hasta qué punto los museos están utilizando estos nuevos modos de interacción como una forma para mantenerse vivos. Tal vez e irónicamente el mejor camino para su preservación sea la vieja y conocida estrategia de “adapt or die”. La clases de yoga en el Victoria and Albert Museum de Londres pueden ser la razón por la que entramos todos los sábados al museo, pero la visita guiada que le sigue después es lo que verdaderamente nos maravilla.