Paz Pereyra es una artista nacida en la ciudad de Buenos Aires que se radicó en Tandil hace 15 años. Expuso sus trabajo en varias ocasiones en Buenos Aires y Tandil, incluyendo muestras individuales y participaciones en el Mumbat.
A punto de completar su formación como consteladora y luego de exponer su trabajo en la ciudad marítima de Necochea, brinda a PAN la primera entrevista del año.
Te estás por recibir de consteladora familiar.
¿Qué nociones de esta práctica tan novedosa se relacionan con tu vocación creativa?
Durante las constelaciones -específicamente lo que yo sentía- era similar a lo que siento en el proceso creativo. Como una conexión cielo/tierra y un lugar de verdad. Me daba la posibilidad de expandir lo que a mí me interesa del arte, que es el Espíritu en conexión con la materia. Percibir a través de la práctica que existe algo más grande que nosotros mismos. Las constelaciones son una filosofía práctica, y eso me interesa también en el arte, las dos cosas juntas.
¿Qué te dejó la experiencia de la pandemia?
Se cayeron muchas maneras u objetivos rígidos, me dí cuenta de que perdían fuerza. Apareció con mas decisión el “aquí y ahora”, transformándolo todo. O quizás es que ya tengo 45 años, no lo sé.
Mencionaste que las posibilidades de exponer se te van presentando de manera más orgánica y colaborativa últimamente. ¿Cómo funciona eso?
Vienen apareciendo propuestas sorpresivas y me dejo llevar, confío sin haber leído la letra chica, porque intuyo que me tengo que mover hacía ahí. Me voy de vacaciones y conozco a una persona que es gestora y me invita a un proyecto con otros artistas de la zona. Las muestras que aparecen vienen de una red que se va armando de esta forma. Me interesa el arte como propulsor de la Vida, y en ese sentido me voy decidiendo por experiencias colectivas que me llenan de vitalidad. Me ha pasado de presentarme a concursos “porque es lo que tengo que hacer”, de abrirme a caminos que no me llenaban el alma, esos recorridos ya no tienen sentido.
Alguna vez dijiste que el Arte no siempre está en las instituciones.
En mi práctica me interesa abrir el juego y por eso trabajo con artistas que se nutren de otras cosas: tengo una amiga tarotista, bibliotecaria y artista. Otra que tiene una hostería, que es cocinera y artista. El arte me recuerda que la vida es ritual, juego y sacralidad. Esto es algo que también percibo en las constelaciones. Me interesan esos lugares donde se produce la alquimia. No me gusta encerrarme en los circuitos institucionales, soy historiadora del arte, por eso necesito respirar otros aires para no asfixiarme.
¿Hay algunos objetos o imágenes, elementos ahora en tu taller que tengan un valor especial?
A mí siempre me interesó la materia textil. Entonces tengo cortinas viejas de mi tía, sogas que encontré tiradas en la playa, cintas con las que se ataban mis vestidos de chica. Tengo una atracción por lo textil. Tengo sweaters viejos de mi adolescencia que recorto, y a veces siento que todavía hay temas por resolver de esas épocas y por eso no me puedo desprender. Como si necesitara transformar esa materia para sanar; encontrar una forma de fluir. Para mí el poder sanador del Arte es muy grande, y el recurso de la imagen es muy importante para transformarme.
Siempre estuvo estigmatizado el Arte como terapia, en una época por los propios artistas. Pero vos insistís mucho en el Arte como un servicio también…
Sí, para mí el Arte es un servicio. En el sentido de que el artista “está al servicio de” dentro de una comunidad, para traer algo que falta o por ese poder alquímico de transformar un trauma en algo sanador, como decía el historiador alemán Aby Warburg en su momento. El Arte aparece ante el miedo, y yo asocio el Arte a la fiesta, a algo vivo en su capacidad de transformar las tragedias más grandes en algo a lo que uno se puede acercar y procesar.
Hablábamos hace unos días de Adriana Lestido y cómo espera darles a sus fotos la suficiente vida como para que hagan su vida. ¿Cómo funciona esto de dotar de una energía a la producción? Sobre todo porque en tu práctica animás o traés a la vida una variedad de seres curiosísimos.
Yo no siento que dote a la producción de una energía sino que soy como el canal de una energía que está, y una la pasa por el cuerpo y la plasma en algo. Hago unas representaciones en dibujo que yo no sé ni lo que son: aparecen todos estos animalitos y gente que no sé qué significan pero me hace bien traerlos, aunque no termine de entenderlos. Observo lo que sale a ver si tiene la suficiente energía para ser mostrado o aún tengo que tenerlos puertas adentro.
Me interesa el Arte como propulsor de vida. Hay cosas que tienen que encontrar una densidad suficiente para tener el poder de ser. Como que se van gestando adentro mío, en mi sistema, en el lugar donde vivo. Van apareciendo sentidos que llega un momento que se tienen que plasmar en algo de materia. Está en diálogo con una necesidad espiritual. No quiero hacer arte por hacer arte. Para mí el ritual es sagrado, tiene un sentido muy importante.
Mencionamos en charlas que durante la pandemia nos nutrimos mucho de entrevistas a artistas por Youtube. ¿Dirías que se crean nuevos vínculos con narrativas afines a la propia labor, de una forma que la distancia antes no permitía?
A mí lo que me interesa de escuchar a otros artistas es ver cómo se han expandido en su propia práctica, porque eso me anima a mí a ir un poco más allá de mis propios límites. Es como que cuando veo que otro cruza fronteras y se anima a más, se empiezan a caer las barreras mentales. Me interesa ir a partir del Arte a lugares inexplorados míos, casi como una misión. Siento una curiosidad inconsciente por moverme hacia ámbitos poco familiares. Como “nunca hice artesanía, bueno, voy a ir por ahí”. En un momento dejé de dibujar cuando era chica, y entonces digo “voy a hacer eso a ver qué me pasa”. Porque no tengo una carrera de Bellas Artes, sino una teórica, la experimentación es para mí un recurso fundamental. Y me alientan las narrativas de otros para animarme a más. Tal vez no conecto tanto con la obra del artista, porque la veo sólo por el teléfono o la computadora, pero sí me llega lo que ellos tienen para decir de su trabajo. Incluso en cuarentena se me agotó la cantidad de artistas que me despertaban interés, y me pasé a los escritores, que tienen más recursos para explicar su proceso a través de la palabra. Y me maravilla eso porque están hablando de algo intangible y cómo pueden rodear y recrear eso imposible de apresar. Escucharlos me hace sentir acompañada, comprendida en mi búsqueda.
La labor de Paz Pereyra implica un interés por la sustentabilidad ya casi
estructural en la agenda de este medio, y que en su obra se da implícito a
veces desde el punto de partida. Caracterizan su estética las obras formal y
filosóficamente abiertas, sin límites, con elogios a lo accidental, lo natural, lo espontáneo y lo florido. Al ver su trayectoria completa pareciera como si el diálogo entre su memoria y su fascinación fuera tejiendo una trama que invita al espectador a habitar un espacio sin paredes ni techo, en el que tan solo la calidez da forma al aire que permite soñar con bienestares inéditos.