Exhibición « Carlos Alonso. Pintura y memoria » con curaduría de Maria Florencia Galesio y Pablo del Monte en MNBA. 12 de abril al 14 de julio 2019
Esta exhibición del emblemático artista argentino Carlos Alonso es inaugurada en ocasión de la reapertura del museo renovado el ultimo 12 de abril.
Esto no es un hecho menor teniendo en cuenta de que se trata del Museo Nacional de Bellas Artes, con todo lo que esto implica en relación a la construcción de relatos desde un espacio oficial.
Desde la situación de poder que el cargo de Director le confiere, Andrés Duprat sostiene: « No puede pensarse la historia del último medio siglo de la Argentina sin la obra de Carlos Alonso ». Es evidente cómo desde este espacio de legitimación oficial se escribe la historia del arte argentino y se construye un canon.
Me parece interesante introducir en este punto la noción de Museo como ritual, que sostiene Carol Duncan: « es precisamente la complejidad de un museo, de su entidad como objeto cultural cargado de simbolismo al mismo tiempo que objeto social, político e ideológico, lo que confiere tanto atractivo a la noción de museo como ritual ». Aquí, y en relación a la cuestión de la reconstrucción de obras perdidas es interesante citar a Isabel Tejeda Martin para analizar la instalación reconstruida « Manos anónimas » que ocupa un lugar central en el discurso curatorial articulando el recorrido y el guión. Fue realizada originalmente para presentarse en la exposición Imagen del hombre actual en el MNBA en 1976 pero a causa del golpe de estado fue suspendida. La instalación fue abandonada en el taller y se deterioró. Se exhibe ante el publico por primera vez luego de 43 años. En palabras de Tejeda Martin « las reproducciones deben entenderse pese a su falta de autenticidad como un resto más de la historia que nos es ofrecido para vivir otra experiencia contemporánea muy distinta: el ritual de la visita al museo ». Otra cuestión que ella señala y que ocurre en esta exhibición es que se dota a la instalación reconstruida del respeto sacrosanto que tenía su predecesor original aún sin contar con el aura referida por el pensador alemán Walter Benjamin. Se revierte el aura y esto muchas veces no es explicitado.
Es significativo que la exhibición se organice en base a dos ejes: Pintura y Tradición, en el cual se muestra el diálogo con maestros del arte argentino y universal; y Realidad y memoria, fuerte critica al poder y a los excesos que desde la política se han cometido en la Argentina sobre todo durante el último golpe de Estado. Aparece en este eje el motivo de la carne, carne animal y carne humana que como víctimas atraviesan la historia argentina. Aquí entra en juego la compleja cuestión de la memoria, y creo que es interesante plantear la pregunta de hasta qué punto los curadores de la exhibición son conscientes de que « las exposiciones no guardan relación solamente con la historia del arte sino que, al intervenir en el ámbito público se transforman de inmediato en una toma de posición y por ende en un acto político » tal como postula Florencia Battiti. En este caso es evidente que quienes delinearon el guión curatorial entienden que la obra de Alonso tiene el poder de activar una memoria narrativa y emocional pero parecería que consideran que las obras hablan por sí solas olvidando « la poderosa instancia de mediación interpretativa que implica una exposición de artes visuales » como sostiene Battiti.
En relación a la memoria, cuestión a la que se le confiere un lugar protagónico en esta exhibición, es inevitable efectuar conexiones con la insoslayable muestra « Ninfas, serpientes, constelaciones. La teoría artística de Aby Warburg » que de manera simultánea se presenta en el primer piso del museo.
Dado el carácter abierto y no clásico de la teoría del historiador alemán, caracterizada por el anacronismo y la transversalidad, la exposición está organizada en función de los temas que apasionaron a Warburg. Uno de ellos es La distancia y la memoria con su concepto del espacio para la reflexión (Denkraum), la distancia que la memoria nos ayuda a establecer entre las cosas del mundo y nuestro pensamiento. Es la memoria, condensada en los objetos de arte, la que garantiza la conservación del Denkraum. Interesantes son las resonancias de estas consideraciones de Warburg en relación a la obra de Alonso y su mirada critica sobre la historia argentina que apela a activar la memoria.
En todo caso, visitar esta exhibición es una experiencia de la que no salimos indemnes …