Sustentabilidad
Ética del cuidado, Gestión Cultural y Patrimonio Público: Entrevista con Jimena Ferreiro

Esta entrevista se inscribe en el marco del ciclo “ARTE Y SUSTENTABILIDAD, Interconexiones contemporáneas II”, realizado por PAN + el Centro Cultural Universitario Paco Urondo, perteneciente a la Facultad de Filosofía y Letras (UBA).

 

Por Alejandro Olivera*

Jimena Ferreiro/ © Catalina Bartolome

Jimena Ferreiro es docente, investigadora y curadora. Egresada de la Facultad de Bellas Artes de la UNLP, realizó posgrados en la UNA y en la UNTREF. Ha trabajado en diferentes instituciones, como el Centro Cultural Recoleta y el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, además de desarrollar diversos proyectos como curadora independiente. Actualmente, se desempeña como Coordinadora de Planificación Museológica en la Dirección Nacional de Museos del Ministerio de Cultura de la Nación.

Alejandro Olivera: Jimena, muchas gracias por sumarte a este Ciclo de Comunidad PAN y Centro Cultural Universitario “Paco Urondo”. Para comenzar, te proponemos compartir una reflexión sobre el campo cultural en este tiempo que nos toca transitar, preguntas y miradas que quizás surgen casi de manera ineludible en un contexto donde los espacios y las propuestas culturales se reconfiguran y resignifican.

Jimena Ferreiro: Me parece que un punto de partida valioso para pensar este tiempo tiene que ver con cierta ética y política de los cuidados en su dimensión micropolítica, que apunta a una transformación para repensar los vínculos y las aproximaciones que generan los espacios culturales y, específicamente, los museos en términos de afectividad.

Digamos que se plantea la necesidad de volver a entablar artefactos que motiven diálogos no tan solemnes y más “familiares”. Creo en la proximidad, y pienso que desde ahí sucede un lindo juego de significantes que permiten redescubrir a los museos como espacios de cuidado per se.

Desde la Dirección Nacional de Museos, donde hoy me toca participar como Coordinadora de Planificación Museológica, sabemos que tenemos una realidad muy variada y dispersa. Esto tiene relación directa con nuestra historia institucional, con espacios que lograron consolidarse y otros que quedaron a la deriva de un Estado que muchas veces se retiró de las políticas culturales. Hoy nos toca trabajar en el sostenimiento de los museos y el patrimonio que ellos albergan, y el desafío es enorme. Asumimos la gestión y al poco tiempo comenzó la pandemia, que parecía como de ciencia ficción y no esperábamos que sucediera con esta magnitud. Ahora, frente a esta realidad, nuestra gestión devino en una mirada mucho más pragmática, que sin embargo no abandona las premisas ni los objetivos centrales que diseñamos a priori. Partimos de un ejercicio profesional con estándares exigentes en lo que hace a la producción académica, la gestión cultural y la transformación, pero también tenemos que negociar permanentemente con esta realidad.

Entonces, los umbrales de frustración también son bastante grandes y hay que saber acompasarlos para que no terminen de nublar por completo lo posible. Y aparece la necesidad de tener una mirada optimista porque no podés ser pesimista ni cínica cuando trabajás en el Estado. Hay que trabajar desde la idea de la potencia, desde las prácticas del hacer con perspectiva crítica sorteando las dificultades, que son siempre muchas.

Es muy interesante esta idea que traés sobre trabajar lo vincular en el marco de una “ética/política del cuidado”. Pienso que, en términos generales, el sistema neoliberal tiende al debilitamiento de los lazos solidarios, y la pandemia, en algunas de sus facetas, vino a profundizar esta dinámica. Entonces, retomo algunos de los ejes que nos compartís: cercanía, familiaridad, potencia, y me pregunto qué creés que el trabajo desde/con el patrimonio público aporta en términos de comunitariedad y diversidad.

En primer lugar, venimos trabajando en generar confianza. Pensamos en una aproximación cuidadosa y de mucho empoderamiento con los espacios y las personas. También, creo que hemos asumido un modo de acción feminista. En la Dirección somos mayoría de mujeres y, como te decía, nos asumimos en ese campo, y creo que se nota.

Intentamos revisar permanentemente nuestras prácticas para erradicar en la medida de lo posible toda microviolencia que se pueda generar. También abordamos la relación saber-poder en el trabajo con las colecciones. Si despatriarcalizamos el patrimonio aparecen otras prácticas, otros significantes, otras potencias, y no una segmentación entre aquellos que pueden, aquellos que no; aquellos que tienen la llave, aquellos que nunca pudieron acceder a “los tesoros”. Intentamos quitar ese velo de misterio y trabajar sobre ciertas dinámicas muchas veces presentes en las instituciones.

Entonces, en este contexto, “barajar y dar de nuevo” creo que permite pensar nuevas prácticas institucionales, prácticas en las que la potencia del cuidado y el lazo social adquiere otra significación.

Creo que ahí, si logramos reconvertir esa matriz, que por supuesto lleva mucho tiempo, si hay una política de los cuidados, podemos trabajar en empoderarnos, asumir posturas novedosas y entablar otras conversaciones. Por otro lado, hay que desesencializar ciertas nociones sobre el patrimonio y comprender que el universo que lo compone puede ser interpelado desde nuestro presente. No es que a las colecciones históricas solamente se les puedan formular “preguntas históricas”, sino que siempre hay una pregunta a través de la cual podemos activar esos objetos desde nuestro aquí y ahora.

© Fina Estampa, 2021. Cartel realizado en el marco de un taller para adolescentes usuarixs del sistema de salud mental, coordinado por Johanna Palmeyro, museóloga y gestora cultural (Movimiento Justicia Museal), Inclusión Salud Mental y Fina Estampa, taller de arte Impreso y grabados, Se propuso una reflexión sobre el vínculo entre cuidados y cultura a partir del contexto sanitario vigente.

En términos de comunidad, estas buenas prácticas tienen que ver con asumirnos como una red, ya que somos veintitrés museos, entre los cuales puede haber sinergia y complementariedad, y sobre todo accesibilizar, poner a disposición la información existente. También pensar las tipologías de los espacios, para debatir, desandar o salirnos de esas cajas si es conveniente.

Nos parece central, por otra parte, pensarnos desde una mirada federal verdadera y de forma transversal. Esto implica sostener el respeto por las comunidades y las localías, no entrar y salir, no generar esos esquemas de violencia institucional tantas veces frecuentes. Y también supone bancarse las distancias, los desencuentros, los delay, porque eso también sucede.

© Museos y Patrimonio Nación. En julio de 2021 se presentó en el Museo Casa Histórica de la Independencia (San Miguel de Tucumán) el Tomo 1 de La fotografía en los museos nacionales. Guía para su difusión y acceso (Secretaría de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura de la Nación, 2020), publicación dirigida por María Isabel Baldasarre y Luciana Delfabro que condensa y describe las colecciones fotográficas de los museos nacionales. De izquierda a derecha, de abajo a arriba: Viviana Usubiaga, Valeria González, Julio Pantoja, Jimena Ferreiro, Paola Rosso Ponce, Vicky Salías, María Isabel Baldasarre y Cecilia Guerra Orozco.

Que haya un espacio para el encuentro y el diálogo colabora a acercar posiciones, comprender la diversidad de formas y temporalidades, es decir, trabajar desde las diferencias.

Algo que me parece que está bueno en este marco es intentar darle dignidad al trabajo de las personas. Trabajar para dotarlos de la mejor manera posible y acompañar su trabajo cotidiano, evitando que exista una posición “central” y otra “marginal”. Darle dignidad al trabajo es político y es una forma de empoderamiento.

Para sintetizar, hay algo ligado a la potencia de la política de los cuidados que puede aportar en este tiempo una mirada sobre el patrimonio y sobre la necesidad de la pregunta desde el presente. Y este presente es súper desafiante. Si no logramos acompañar con cierto pensamiento esto que nos pasa, será muy frustrante, doloroso y traumático, y sin dudas algo más que esto es lo que nos tiene que quedar.

Me parece muy potente la posibilidad de emprender un trabajo hacia el empoderamiento personal y colectivo de los equipos que trabajan en museos y patrimonios. También me llama la atención otra idea que mencionás, la de accesibilidad. Pienso que un Estado con mirada federal efectiva puede generar instancias de empoderamiento y acceso a los espacios y a la información, pero quizás se requieren acciones complementarias que motiven la participación efectiva de las comunidades para que se acerquen y habiten su patrimonio, y creo esto se produce más bien a nivel local, microfísico y subjetivo: ¿podrías ayudarnos a analizar algunos de estos aspectos?

Si, primero hay un nivel que es macro y que tiene que ver con los recursos, con la posibilidad de no estar tan asfixiados financieramente y que haya una redistribución lo más equitativa posible. Después hay herramientas que son más específicas, como programas de accesibilización que, por ejemplo y más en este tiempo, pueden estar orientados a aumentar el acceso tecnológico. Actualmente, estamos trabajando para mejorar las páginas web de los espacios, de modo que puedan contener los registros únicos de sus colecciones y permitir que las personas, desde donde sea, puedan navegar y conocer el patrimonio nacional. Después, tenemos que mencionar la accesibilidad física, desde ya: rampas, lenguaje LSA, donde tenga que haber.

Por otro lado, hay un elemento clave que tiene que ver con trabajar la empatía, estar en sala y conversar. Nuestros museos nacionales nunca fueron un “boom”, entonces hay un abordaje cualitativo que se vuelve aún más necesario con las recientes reaperturas, donde los aforos son pequeños y permiten desarrollar una dinámica distinta, que tiene que ver con la proximidad. Hablar de modo amistoso, preguntarle a la gente de dónde viene, ya es un montón. Muchas veces he estado en la puerta de los museos agitando, invitando a la gente, diciendo: “¿quieren pasar? adentro se van a encontrar tal o cual cosa…”.

Para eso no se necesita más que mostrarte disponible para los otros, para las otras, para la conversación y la escucha. Creo que eso también es accesibilizar: que alguien se pueda sentir parte, que ese museo o esa pieza los conmueva en algo. Para mí eso siempre es un salto hermoso, y sucede. Los museos pueden generar eso, lo generan muchas veces.

© Museos y Patrimonio Nación. Programa educativo “El museo en la escuela” (junio 2021). Museo Regional de Pintura “José Antonio Terry”, uno de los museos nacionales, ubicado en la localidad de Juella, Departamento de Tilcara (Jujuy).

Totalmente. y me detengo en tu mención sobre el umbral tecnológico. Creo que hoy más que nunca tomamos conciencia de que las tecnologías digitales llegaron para quedarse. Sabemos que tenemos que apropiarnos de ellas para potenciar ciertos procesos y prácticas, pero todavía no sabemos bien cómo. Así como la pandemia trajo nuevos interrogantes en términos educativos, familiares y subjetivos, también lo hizo en términos institucionales e infraestructurales. En este marco, y en términos museísticos y patrimoniales: ¿qué tensiones y oportunidades creés que inauguran las TIC en este tiempo particular?

Para mí hay algo que se puso en primer plano, algo que incluso la museología tradicional intentaba invisibilizar, que es pensar a los museos como aparatos de comunicación, y no solo como reservorios de objetos. Entonces, como no son espacios de “tesoros”, sino centros de producción de conocimiento, y sobre todo de divulgación, se requiere una mediación. Y esta mediación encontró en las tecnologías un instrumento a su disposición. Pero las tecnologías son todavía muy dispares, con conectividades y usos muy disímiles. Entonces, todo en este tiempo fue medio “atolondrado”, y lógicamente, los que ya venían con una mirada más estratégica, salieron más airosos. Por nuestra parte, nos volcamos masivamente a las redes para decir: “Hola, acá estamos”, porque salvo museos muy consolidados, que tienen páginas web con mucho flujo, la potencialidad pasó por utilizar lo mejor posible las redes.

Hubo experiencias muy diversas. Nosotras, por ejemplo, creamos Museos y Patrimonio, que es nuestra red en Facebook e Instagram. Funciona bien y logramos que vaya creciendo progresivamente. A esto lo pensamos como un espacio para compartir contenidos, producción en lo posible original, y que no sea solo un “altoparlante”, sino que vayamos pensando un poco más en este dispositivo. A veces lo logramos, otras veces no tanto, pero pudimos plantear una comunicación y desarrollar algunas campañas con ejes temáticos consensuados con todo el equipo.

En líneas generales, y pensando de forma optimista, creo que lo bueno fue comprender el uso libre de los archivos. Hubo un rapto de generosidad en el cual todos empezaron a liberar sus PDFs y esos registros “clasificados”, y creo que eso está buenísimo. No es la Cultura copyleft, no son tan radicales, porque también cuidan sus intereses y sus inversiones; y ahí pienso más en los “museos tanque”, pero no es poco empezar a accesibilizar esos registros. Para mí fue alucinante porque me encanta la historia institucional, entonces que te empiecen a poner a disposición fotos de exposiciones, memorias de montajes de décadas atrás…

Hay una clave sobre la cultura visual que es alucinante y que está a solo un click. Considerando, desde ya, que yo ya tengo una computadora, tengo la formación, tengo las búsquedas, entendiendo que todos esos usos se los puedo dar de acuerdo a mi performatividad de la cultura digital. Y ahí hay un abismo sobre los niveles de acceso. Por lo cual la clase sigue siendo central para pensar la cultura. En este punto, sigo teniendo una lectura materialista de la historia.

Coincido con que el museo es un dispositivo de comunicación. Muchas veces se identifica a los museos o lugares patrimoniales con algo estanco, como si fuese algo “del pasado”, pero en realidad son instituciones que disponen una relación humana, cultural, y para esto se necesitan ciertos instrumentos. Es prometedor, por otro lado, que los contenidos que vienen pensando para comunicar en sus redes aporten valor al conocimiento social, ya que muchas veces estas plataformas motivan discursos más fragmentarios o superficiales. Creo que estamos atravesando un momento particular en este sentido, porque, por un lado, los espacios están siendo muy afectados a nivel físico y financiero, tanto los del Estado como los comunitarios, e incluso algunos privados; pero, por otra parte, hay una proliferación virtual de pedagogías, saberes, debates dando vueltas, es realmente impresionante lo que emergió con la pandemia en términos digitales.

Si, coincido. Igual, por mi parte, creo que nosotras todavía seguimos muy “universitarias”. Cada vez que converso con los equipos de comunicación, siento que lo estamos haciendo bien, pero para nosotras, nosotres. Ahora vamos a empezar a hacer unas pruebas con Tik-Tok, porque empieza un programa muy lindo que se llama “Generación Museos”, en el que vamos a estar trabajando con adolescencias, pero sin el sistema educativo formal mediante, no son visitas escolares, si no que la idea es ir nosotras hacia los jóvenes. Nuestra propuesta será trabajarlo a través de redes comunitarias, militancias, centros de estudiantes, volver a cierta movilización desde ese lado, que no sea la excursión más tradicional, si no darle una vuelta para vincularnos con estos públicos.

Que interesante, porque hace algunos años las infancias y juventudes vienen cobrando relevancia en la agenda de las políticas públicas y culturales, ¿qué desafíos aparecen con más fuerza pensando en estas poblaciones?

Sí, es evidente que antes el foco no estaba puesto en las infancias y adolescencias, así como tampoco en adultos mayores. Entendimos que el público implica una segmentación enorme, que esa masa que antes se leía desde una totalidad está conformada por miles de subjetividades y experiencias.

Incluso, ahora los museos se animan a decir: “Bueno, yo no tengo por qué hablarle a todos y a todas”. Por ahí, ese principio de totalidad, que es una abstracción, termina siendo pura intención, y si realmente no desplegás un abanico de recursos para efectivamente llegar a todos y a todas, es lo mismo que la nada. Por otro lado, si esa intención de trabajo contiene un foco en algunas comunidades se puede cruzar con programas de gestión concretos, en donde trabajás con objetivos específicos, y ahí tenés perfiles como el Palais de Glace o la Manzana de las Luces, por ejemplo, que están trabajando diversidad, o el Museo Terry con su programa de accesibilidad para la comunidad sorda. Decimos que el Museo Nacional de Bellas Artes y el Histórico Nacional son los únicos que no pueden no hablarle a todes, dada su magnitud. Son los únicos del XIX y responden a esa gran tradición: museo enciclopédico, “modelo europeo”. Pero el resto puede performatear sus propias comunidades, eso me parece que es muy interesante. En la diversidad de ese ecosistema de museos, se compone una masa diversa. Pensando en esto, para mí el primer desafío es que el museo intente correrse del sistema escolar, porque para eso está la escuela, que por supuesto produce conocimiento y educa, pero acá hablamos de otro dispositivo y otra mediación, muy vinculada a la experiencia del espacio, ahora que volvemos a reabrir el espacio es todo.

Soy de las que creen que todo lo que se pueda hacer en las salas, tiene que hacerse en las salas. Que las colecciones estén ahí, pensar con esos objetos, experimentar, por algo el espacio del museo es ese y no otro.

Intentar correrse de lo escolar, de muchos mecanismos que tenemos muy estudiados y para los cuales está bueno buscar alternativas y complementos. Podemos inventar otras cosas.

¿Cómo piensan, entonces, estos espacios de participación, formación e intercambio y que vienen a sumar en términos de ciudadanía y creatividad? ¿Podrías contarnos alguna experiencia que estén desarrollando y que consideres valiosa en este sentido?

Nosotras a ese área transversal la llamamos “Programas públicos”. Yo incluso me animaría a decir que también es un área de mediación cultural. Porque así como ofrecemos una batería de actividades más o menos convencionales, como encuentros, talleres o las mal llamadas “visitas guiadas”, también hacemos investigación, curaduría y animación cultural. Por eso es importante pensarla como un área transversal, que piensa las audiencias, aunque a mí el sistema de las audiencias me acerca mucho al modelo de museos norteamericano, y prefiero correrme de esas experiencias tan formateadas y tan institucionales, y pensar en términos más comunitarios.

Por otro lado, ya comenzando a transitar de lo virtual a lo presencial, estamos encarando dos programas. Uno es para vacaciones de invierno, que se llama “Mi casa, un museo”, dedicado a infancias y familias. El otro son unas jornadas más de nicho, a raíz de los sesenta años de la creación de la Nueva Figuración, el colectivo de Luis “Yuyo” Noé, Jorge de la Vega, Ernesto Deira y Rómulo Macció. Es una excusa para pensar distintos itinerarios en la ciudad. Dentro de esa década, además tan fetichizada, también estamos haciendo rescates de archivo. Contamos también con la participación de actores para desarrollar ciertos niveles de teatralización, estamos pensando producciones de pequeños spots audiovisuales, y también en una convocatoria de textos para trabajadores de la cultura o cualquier persona que tenga alguna reflexión sobre el influjo de este grupo.

A su vez, ahora estamos con un despliegue bastante importante en Salta, a raíz de una exposición que nos permitió generar un plan de inversión en el museo, mejorando su iluminación y sus instalaciones en términos generales. Ahí va a haber un programa educativo sistemático, con talleres y diferentes actividades para infancias y adolescencias. El eje es la figura de Güemes, que genera mucho interés. Hay una especie de trasposición entre él y los superhéroes, entonces ahí hay un trabajo para hacer con fanzines y con el lenguaje del cómic, porque prende mucho. Y después, por supuesto, un programa universitario de discusión académica, porque las tradiciones están muy partidas. Hay una lógica tradicional del relato histórico y también hay nuevas perspectivas. En general la división es entre los autodenominados historiadores, que son personas de oficio, y las personas formadas en el campo de la Historia como disciplina universitaria. Nos parece que escenificar ese tipo de tensiones es parte de lo que tenemos que hacer para salirnos de lugares estereotipados.

También estamos trabajando con el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad por una publicación y una exposición; y con arte contemporáneo con el Centro Cultural Kirchner, con una exhibición que se llama “Simbiologías”, que cuenta con la dirección de Valeria González, que es nuestra Secretaria, y un equipo de curadores jóvenes, que plantea cuestiones sobre la sustentabilidad y sobre este modelo hegemónico de destrucción sistemática del planeta en el que estamos. Podría ampliar mucho, pero te comento esto como para mostrar lo diversa que es nuestra programación.

Suena interesante. Con esta última propuesta que se viene en el CCK, me diste el pie para pasar al eje de este ciclo de diálogos que venimos realizando. Como sabés, este intenta hacer foco en la relación entre las artes y la sustentabilidad como paradigma de pensamiento y acción subjetiva y colectiva. Te preguntamos entonces: ¿Qué es para vos la sustentabilidad o lo sustentable y cómo creés que atraviesa tu profesión y tus roles en el campo del arte y la gestión?

Me parece que, en términos generales, lo sustentable supone el cuidado de los otros y las otras. También, hay algo del compromiso ético que implica ser parte de una comunidad y de responsabilidad profesional e idoneidad, de asumir nuestro trabajo. Hacernos cargo es importante.

Volvería a esa idea de los cuidados: si nos cuidamos nosotros en términos del lugar que ocupamos y de forma contigua a las personas que trabajan con nosotros, y por lo tanto, a los contextos en los que te toca intervenir, se genera una cuestión de contagio. Pensaba en nuestras vidas laborales, a veces alienadas e hiperproductivas, que por supuesto se desprenden del modelo que vos señalabas, son lo contrario a una perspectiva de sustentabilidad, son el modelo más extractivista que podamos imaginar. Y después hay una macro que es mucho más delicada, que por suerte nuestra Secretaria se anima a plantear, porque hay algo de los modelos de gestión y de la economía del tiempo, que vuelve nuestro trabajo extenuante, como si la vida fuera infinita. Si no hay una toma de conciencia, el sentido de lo extinto está ahí. Creo que algo de eso nos pasó con la pandemia, decirnos: “Ah, podemos desaparecer”.

Sí, hoy más que nunca nos damos cuenta de que el modelo de desarrollo no sirve si no se piensa en términos de sustentabilidad, que considere el presente y la vida de las generaciones venideras. Me parece que hay una serie de sujetos y sectores que vienen pensando esta problemática y que de a poco esto va calando también en las instituciones y en la sociedad civil.

Sí, y justamente, creo que son temas calan hondo en les niñes, y esto está bueno. Son cosas que sí o sí tienen que aparecer en las agendas públicas. En los museos y espacios patrimoniales esto tiene que ser parte de los temas en debate, de las formas de abordaje, de las exposiciones y las instancias de formación, esto tiene que estar.

© Museos y Patrimonio Nación. Feria de randeras de Monteros en el marco de la exposición Randa testigo, curada por Alejandra Mizrahi en el Museo Casa Histórica de la Independencia, San Miguel de Tucumán, julio 2021.

Es cierto esto último que mencionás. Tengo dos sobrinos pequeños y me llama mucho la atención como establecen otro tipo de sensibilidad con respecto al lenguaje, a los espacios y a los afectos. Yo siento que son parte de otro paradigma posible, diferente al que pudimos desarrollar nosotros, es muy interesante y emocionante de verlo.

Sí, y además se cruza el género también. Hay una idea estereotipada sobre las formas de vida, que están basadas en un modelo patriarcal y tiene mucho que ver con el extractivismo, con exprimir todo hasta reventar, con esas violencias hacia las personas y hacia el medio físico.

Salirnos de esas lógicas patriarcales, por eso yo hablaba del feminismo, o de uno de los modelos feministas existentes, tiene que ver con ser menos prepotentes. Nos toca ser pragmáticas, pero tener siempre una vigilancia, una especie de auditoría interna para no pasarnos de rosca, porque el poder institucional puede llevarnos a modos soberbios inaceptables. Justamente, ahora lanzamos un taller obligatorio de masculinidades y estamos seguras de que eso también va a impactar en la producción de contenidos.

Somos un equipo de gestión muy contenidista, nos interesa mucho aquello que se piensa, que se produce y se dice, y bajo qué estándares. Pensamos qué instancias de trasposición tenemos que generar para accesibilizar todo, porque de ningún modo queremos plantear experiencias herméticas, sino por el contrario, el objetivo siempre es compartir y contribuir a la apropiación de la cultura desde la esfera pública.


* Alejandro Olivera es  Licenciado y Profesor en Artes por la Universidad de Buenos Aires. Diploma en Gestión Cultural y Producción en Espacios de la Cultura (UBA – FFyL – CCUPU). Educador y Gestor Cultural. Director de Revista Molecular. Arte, Cultura y Política.

* Imagen encabezado: Museo Nacional Terry de Tilcara

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