Sustentabilidad
El disfrute del espacio público como un modo de reclamar y habitar la ciudad: entrevista a Elian Chali

Esta entrevista se inscribe en el marco del ciclo “ARTE Y SUSTENTABILIDAD, Interconexiones contemporáneas II”, realizado por PAN + el Centro Cultural Universitario Paco Urondo, perteneciente a la Facultad de Filosofía y Letras (UBA).

* Por Francisco Adriel

© Sewing Corner Kaohsiung, TW, Cortesía del artista.

Nacido en Córdoba y con creaciones en Alemania, Taiwan y más recientemente Marruecos, entre otros países, las obras de Elian problematizan el espacio público en el que son plasmadas desde una perspectiva crítica, disca y contemporánea. Participa también de Torceduras & Bifurcaciones, foro de corporalidades políticas, y asiste como Dispositivo de Apoyo del CICLO SIN FORMA 2021, a desarrollarse en su ciudad natal. Con él hablamos sobre la posibilidad de una capacidad transformadora del arte hacia una valoración de lo sustentable en las sociedades contemporáneas.

Francisco Adriel: ¿Qué lugar ocupa para vos el arte en las sociedades contemporáneas occidentales?

Elian Chali: Para analizar esto es necesario segmentar la discusión sobre algún tema en particular. Pero no quiero dar una respuesta esquiva; hay un rasgo fundamental que es que las sociedades contemporáneas occidentales (y orientales) están siendo agresivamente homogeneizadas por la globalización y esto es un proceso que lleva varias décadas.

En la conformación de los mercados -académicos, simbólicos, sexuales, económicos- y específicamente de la industria cultural, vemos como el arte opera no sólo como máquina colonizante sino también en la producción de sentido de la época. Desde este punto resulta imposible negar que quienes dominan el capital, controlan también esta producción, todo esto en términos culturales masivos. Como fisura, considero que es posible escurrirse de las garras de la globalización en escalas pequeñas y/o de circulación lenta, por fuera de los aparatos institucionales dogmatizantes y sus técnicas de biopoder regidas por las economías virtuales. Es decir, acción y pensamiento situado como crítica al imperativo de la productividad.

FA: ¿Considerás que es una actividad reivindicada o subestimada por los gobiernos y las sociedades americanas?

ECH: Esta pregunta tiene respuesta automática. Solo observando las diferentes formas de imperialismo cultural y estrategias asimilacionistas de los Estados en vinculación con las corporaciones, se puede confirmar de que es una actividad absolutamente reivindicada, capturada e instrumentalizada. Sin embargo, pienso que el arte -o las manifestaciones culturales, en un sentido expandido- no es solo lo que se promociona o produce en los andamiajes estatales, corporativos u oficiales.

Hay determinadas reverberaciones poéticas, un sentido estético de la vida, una experiencia vincular en el mundo, que es incapturable. Hay potencias colaterales, derramadas de la insoportable vida cotidiana que habilitan tierra para el arte y a la vez el arte habilita tierra para la vida cotidiana.

© Ragusa, IT, Cortesía del artista.

FA: ¿Es el arte una buena herramienta para lograr cambios en la sociedad, que debería validarse y complementarse desde la política?

Pienso que adjudicar una responsabilidad específica al arte es, al menos, un señalamiento moral. Además pienso que la sociedad no cambia, muta. Repta, deviene. ¿Validarse y complementarse con qué política?¿La estatal? ¿la partidaria? No creo que esté ahí la respuesta, más allá de que claro, esté profundamente inmiscuido el Estado en el arte y viceversa. Pero si creo que debemos continuar exigiendo nuestros derechos por una vida digna. Si el arte es un medio disponible para ello, bienvenido. De igual modo, complementando la respuesta, también creo que el arte es un motor de cambio, pero no en clave de anhelo revolucionario naif. Si no en un ejercicio de uno-a-uno. En clave de la vida común, de las micropolíticas y las afectaciones.

FA: ¿Qué lugar parece ocupar la Naturaleza en las grandes ciudades en donde has trabajado? ¿Ha quedado algo verde en medio de tanto cemento?

Las ciudades contemporáneas han avanzado en su negación sistemática de la naturaleza para optimizar su funcionamiento como centro de producción de la vida, paradójicamente. Una vida absolutamente determinada por las reglas del capital y las condiciones de la época en términos de aprovechamiento del tiempo y sostenimiento de las instituciones que nos rigen.

Desde equipamiento urbano hostil para la permanencia o el esparcimiento en el espacio público, hasta la domesticación extrema de los animales, pasando por un diseño urbanístico cada vez más saturado de vigilancia, las ciudades se tornan plataformas cada vez más productivas y cada vez menos ociosas, estando el ocio, el disfrute, el paseo y otras formas de habitar, restringidas o determinadas por los códigos de funcionamiento urbano acorde a las condiciones de la época y la coyuntura particular.

Si bien existe cierto “modelo global de ciudad” en los tiempos que corren, hay que situar cada discusión en su contexto específico. Las condiciones de vida urbana en el cono sur no son las mismas que en los países desarrollados. Incluso, esta diferencia también acontece dentro de una misma ciudad. Es que la estratificación de clase se expone de manera radical en las urbes.
Por otro lado, las urgencias de cada país contexto escribe su propia agenda de prioridades.

En países del primer mundo, no es muy raro encontrar hogares que miden la pureza del aire que respiran, el ruido de los vehículos, o la calidad del agua que sale de su grifo. En algunos países asiáticos familias enteras viven en espacios del tamaño de una habitación promedio en Argentina. Cada lugar con sus particularidades, habilita un modo de vida urbana específico.

También es verdad que las estrategias para paliar la gran crisis medioambiental que estamos atravesando, no solo dependen de voluntades individuales como tener una huerta en el balcón de un apartamento (que huele más a ir en contra de la verdulería de barrio que de autoabastecerse alimentos saludables) si no que dependen de políticas de Estado y cambios culturales muy complejos. Cuando esa agenda está desbordada de asuntos “aparentemente” más importantes, es muy difícil lograr condiciones de vida urbanas mejores.

La calidad de vida se posterga por las urgencias. El tema estaría en definir “urgencias”.

Y por último, una cosa es la convivencia con la naturaleza y la otra es la instrumentalización de la naturaleza para paliar las pésimas condiciones de vida dadas por la crisis medioambiental. Por dar un ejemplo, desarrollar pulmones verdes como embate a la polución, no es convivencia con la naturaleza.

@ Oostende, Bélgica, Cortesía del artista.

FA: Siendo vos mismo un gran artista, ¿ves en tus obras, o en las de colegas, una huella de las problemáticas ecológicas actuales?

ECH: Esta pregunta también la interpreto con un sesgo moral. Las problemáticas ecológicas-medioambientales son asuntos críticos suficientemente serios para adjudicarse a individualidades. La huella la generamos todxs por qué estamos inmersos y sujetos a formas de vida que no permite escapatoria. Incluso quienes creemos que tenemos más consciencia sobre ello, participamos del deterioro del medioambiente.

FA: ¿Cómo se ubican tus obras en medio de esta problemática y estando plasmadas en los centros urbanos mismos? ¿Se disponen a tomar posición?

ECH: El hecho de habitar la ciudad y preferir esta como espacio de construcción de sentido y acción, ya es tomar posición. Porque esos territorios abandonados y a merced de los aparatos represivos y de vigilancia que son las ciudades, se han vuelto cada vez más restringidos para cualquier uso que no sea el de la productividad.

Habitar el espacio público de cualquiera forma que desborde el uso establecido en la actualidad, ya es tomar posición.

FA: ¿Qué reacción esperas, o buscas desde ya, en un espectador que camina por su ciudad y se topa con tus obras?

Mi interés es abonar la pregunta sobre qué vida es vivible y en qué entorno se habilita esa vida. Desde allí, todo lo que derive atravesando en materia de derechos, arquitectura, condiciones medioambientales, accesibilidad, sexualidad, género, vigilancia y control, entre otros asuntos que me interesa para reflexionar sobre la vida urbana. De igual modo, la lectura es tarea del lectorx, por lo tanto, lo que vaya más allá de mis elucubraciones, corresponde al campo de la interpelación y eso no está estrictamente bajo mi control, sino de la obra y su autonomia.

FA: ¿Qué puede hacerse desde el arte para con la problemática de la sustentabilidad en nuestras sociedades? ¿Cabe la posibilidad de encontrar una solución desde este espacio?

Mucho en materia de concientización, si es que lxs artistas así lo desean. El arte no tiene la responsabilidad de brindar ninguna solución específica, más bien puede colaborar en construir sentido, reflexionar, armar redes. Además, pedirselo al arte es abrirle paso a la avanzada neoliberal y dejar de exigir a quienes corresponden. Insisto, estos cambios no son exclusivos de individuos. Nadie tiene en su singularidad, la posibilidad de frenar la crisis medioambiental.

Lo que podemos hacer es, abordar procesos colectivos de reclamo y lucha por modos de vida digna y asumir que estamos acá por un soplo de tiempo. Por lxs que vendrán y por aquello que desconocemos, disputar todos los dias en el terreno de la imaginación, este mundo pero distinto.


* Francisco Adriel es estudiante de grado de la carrera Artes de la Universidad de Buenos Aires.

@ Córdoba, Argentina, Cortesía del atista.
© Ekaterinburg, Russia, Cortesía del artista.
© Besançon, France, Cortesía del artista.
@ Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. PH Guido Limardo. Cortesía del artista.
© Valencia, España, Cortesía del artista.

 

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