Gastón Rosa vive en Montevideo, Uruguay, donde “empapela” la ciudad con sus epitafios y frases escritas en espacios públicos. También a partir del uso de las redes, Untonga, como firma sus intervenciones, logra llegar a una audiencia más amplia a través de sus textos.
Palabras simples enmarcadas en una forma que se repite: semicírculo, tres flores y un mensaje. Su trabajo de comunicador y publicista se evidencia en la llegada sintética al público.
El inicio de estas “tumbitas” fue en Chile. Gastón se había mudado por amor. Desde su edificio veía la represión y la violencia en manifestaciones de Plaza Italia (Santiago de Chile). Así nació “Pensar, aunque tiren gas”.
Lo narrativo está muy presente en su carrera.También son temas recurrentes el valor de la diversidad, el respeto por los otros y la inclusión.
Dos libros de su autoría marcan este camino de responsabilidad social a través de relatos sobre la infancia: Zapatos cambiados, una historia que tiene a un niño con síndrome de Down como protagonista y La niña que no veían, que ilustra la realidad trans a partir de Martina, una niña de 6 años a la cual la sociedad adulta le impone reglas que no la identifican.
No sólo los epitafios aparecen en la ciudad, sino también escrituras en otras superficies traslúcidas. Untonga traza distintas frases poéticas. “Cuando no estabas me comí lo que dejaste, me acosté en tu cama, pensé en abrir un cajón, escuché tu música, te extrañé, te escribí esto.”
La forma denota una simpleza apurada. Sin embargo detrás de esta manera ágil de escritura, se esconden verdades que calan más hondo.
Gracias al humor permite acercarse a una muerte más “rosada”. Esto no significa una contradicción con la muerte, sino una manera de entender la vida y la muerte de un modo distinto.
Sus frases generan esperanza y aunque sabemos que no siempre todo es positivo, nos abrazamos a la idea de que en estos momentos la “empatía salva”.
© Todas las imágenes gentileza Untonga. Imagen de portada: Violeta Escobar
